Libro Una máquina del tiempo, unas botas de piel de serpiente y una Gibson Les Paul

Paginas: 354

ESTO ES UNA MÁQUINA DEL TIEMPO.
UNA MÁQUINA DEL TIEMPO DEL ROCK QUE SOLO VIAJA HACIA EL PASADO.
ES INDIVIDUAL E INTRANSFERIBLE, SOLO RESPONDERÁ A UN ÚNICO USUARIO.
SU FUNCIONAMIENTO ES BÁSICO. GIRE LA RUEDA DE TIEMPO HASTA LA FECHA DESEADA Y PULSE EL BOTÓN ROJO.

He aquí a un tipo en horas bajas refugiado en su casa de retiro. Un músico afamado cuyos días se complican cuando se le cruza un artefacto que le permite conocer a alguno de sus grandes referentes artísticos. "Una máquina del tiempo, unas botas de piel de serpiente y una Gibson Les Paul" es un original y frenético enredo humorístico, plagado de situaciones inverosímiles, diálogos brillantes y poblado por personajes de la talla de BB. King, Janis Joplin, John Lenon, Lou Reed, Kurt Cobain, Los Ramones, Lemmy Kilmister, Joe Strummer, Bon Scott, Ziggy Marley o Robert Johnson. Una seductora novela satírica que para amantes de la música y yonquis de su dosis de humor diaria.

Alfredo García (Madrid 1974 - Saturno 2158): fue guitarrista y cantante de Buenas Noches Rose, Le Punk, Perros de Paja y Alfa, y actualmente continúa con su carrera como solista bajo su propio nombre.

Esta novela es su tercera publicación en papel después de La cumbia cimarrona (Desacorde, 2013) y el libro de relatos Los hijos de Euterpe (Desacorde, 2015).

Colaborador esporádico en la prensa musical, trabajó durante diez años en una compañía discográfica multinacional como freelance, mientras mantenía su actividad artística.

Hombre del mundillo, actualmente se dedica a la producción, promoción y coordinación de eventos musicales.

"Aún faltaban un par de horas para que oscureciera, pero el bar ya estaba abierto. Nada más entrar por la puerta, lo primero que vi, fue una mierda de perro recién fabricada, pegada a la barra, entre dos banquetas.El bar estaba casi vacío, pero unos metros más adelante, también pegado a la barra, había un grupo de chicas jóvenes. Parecían una especie de hippies urbanas, con collares de conchas, minifaldas de piel y el pelo largo partido con una raya de la frente a la coronilla. Con ellas estaba el propietario de la plasta que atufaba la entrada del garito. Un chucho no más grande que un chihuahua, que debía ser por dentro todo el estómago, a juzgar por el tamaño y el lustre de su deposición. Cuando el camarero se acercó a mí, arrugó la nariz. Sin duda le estaba llegando el aroma desde el otro lado de la barra.

- ¡Me cago en la puta, Pam!, tú chucho ha vuelto a cagar en la entrada -gritó mirando hacia el grupo de chicas. Una de ellas, supongo que Pam, se volvió.

- ¿Qué quieres que haga, Hilly?, es una criatura de la madre naturaleza, también tiene sus necesidades.

- ¡Pues que cague en la puta calle como todos los perros!, ¡no sé por qué te dejo entrar con él!"